En la Historia no hay nada más incorrecto que aseverar que la Reforma Protestante fue un movimiento a favor de la libertad intelectual. La verdad es que fue todo lo contrario. Para los luteranos y calvinistas, es cierto, representó su libertad de conciencia, pero el concederles esto a los demás, es falso, no mientras ellos dominaran la escena. La eliminación completa de la Iglesia Católica y de todo lo que se les oponía en su camino fue considerado por los reformadores como algo perfectamente natural. (Grisar, VI, 268-269; Dollinger: Kirche und Kirchen, 1861, 68)
Si alguien todavía alberga el típico prejuicio de que los primeros protestantes eran más tolerantes, debe ser desengañado. Salvo por algunos dichos liberales de Lutero, correspondientes a sus primeros años cuando carecía de influencia, es casi imposible encontrar algo en los líderes reformistas a favor de la libertad de conciencia. Tan pronto como tuvieron a su alcance el poder para dominar, lo ejercieron. (Smith, 177)
Los perseguidos convertidos en perseguidores.
Una de las muchas ironías tragicómicas de la Revolución Protestante es el hecho de que incluso los perseguidos protestantes fallaron para ver la luz: A menudo, la resistencia a la tiranía y la demanda de libertad religiosa se combinan, como en la revolución puritana en Inglaterra, y los victoriosos, habiendo logrado la supremacía, implementan una nueva tiranía y una nueva intolerancia. (Harkness, 222)
Multitud de inconformes huyeron de Irlanda e Inglaterra hacia América; lo que es sorprendente de este hecho es que, después de sus experiencias, esos fugitivos no aprendieron la lección de tolerancia y no le otorgaron libertad a aquellos con quienes diferían. Cuando se encontraron ellos mismos en la posición de perseguidores, fueron aún más duros que lo que vivieron como perseguidos. Entre los que atacaron estaba la sociedad de Amigos, mejor conocidos como Cuáqueros. (Stoddard, 207)
Durante 1536-40 su suscitó un cambio. La tentación de saquear bienes de la Iglesia y el hábito de hacerlo habían aparecido y estaban creciendo. Esto creó con rapidez un interés personal para promover cambios en la religión. Los que atacaron a la doctrina católica, por ejemplo, el celibato en las órdenes monásticas, les abrieron la puerta a los príncipes para tomar los cuantiosos bienes de la Iglesia. Las propiedades de los conventos y monasterios fueron saqueados en grandes cantidades en muchas partes de la cristiandad, en Escandinavia, las Islas Británicas, el norte de Holanda, gran parte de Alemania y en muchos cantones en Suiza. Los bienes de los hospitales, colegios, escuelas, gremios, no fueron incautados en su totalidad. Sin embargo, un cambio económico de esa magnitud en tan corto tiempo, es algo que la civilización no ha vuelto a ver. Los nuevos aventureros y los aristócratas, que de la noche a la mañana se habían enriquecido, consideraron que el regreso de la Iglesia Católica representaba una amenaza para sus inmensas nuevas fortunas. (Belloc, 9-l0)
Las ciudades se encontraron con un Protestantismo muy rentable, a cambio de la distorsión teológica, ellos escaparon de los impuestos y las cortes episcopales, y se podían apropiar con tranquilidad de las tierras y propiedades de la Iglesia. Los príncipes no solo se consideraban señores temporales, sino también espirituales, de esta manera, toda la riqueza de la Iglesia podía considerarse suya. Los príncipes simpatizantes del movimiento luterano clausuraron todos los monasterios en sus territorios excepto algunos en los que sus internos habían abrazado la fe protestante. (Durant, 438-439)
El gran pensador europeo y hombre de letras, Erasmo, quien favorecía la Reforma en sus inicios, se torno en contra de ésta al observar sus frutos, unas semanas antes de la Dieta de Worms, el 10 de mayo de 1521 escribía acerca de quienes codician los bienes de la Iglesia:
Esto sin duda le da un giro a los acontecimientos, si las propiedades de los sacerdotes les son quitadas por los soldados de esa manera tan inicua, para que éstos las usen de la peor manera, desperdiciándola a su propio beneficio, entonces nadie sale beneficiado. (Erasmus, 157)
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